1.12.25

EL ORIGEN DE LOS DICCIONARIOS / JORGE LUIS BORGES


 “Es curioso estudiar la historia de los diccionarios. En la Antigüedad no existían. Los griegos y los romanos no tenían diccionarios. Luego, en la Edad Media, hacia el siglo VII, los eruditos han encontrado en los manuscritos una palabra no muy usual, a la cual solían intercalar en letra más chica la palabra latina común, o la traducción vernácula de esa palabra. Luego eso fue copiado y se hicieron así los primeros glosarios, que no eran glosarios de todas las palabras, desde luego, sino de aquellas palabras más difíciles. Después se hicieron diccionarios de palabras difíciles, no ya en latín, sino en las diversas lenguas de Europa, y luego diccionarios etimológicos. Esos diccionarios solían contener breves definiciones de las palabras y se hicieron también diccionarios bilingües o polilingües… Por ejemplo, hubo en Inglaterra un filólogo italiano, Florio, que tradujo los ensayos de Montaigne, que hizo un diccionario italiano-inglés. Es decir que esos diccionarios especializados, diccionarios de palabras raras, de nomenclatura marítima, por ejemplo, diccionarios etimológicos, son anteriores a los diccionarios de nuestros días.

En Italia había un diccionario compuesto por una academia, creo que la Accademia della Crusca. Luego, en Francia, tenemos el diccionario de la Academia Francesa. Ese diccionario no buscaba la multiplicidad de palabras, como el Diccionario de la Academia Española, por ejemplo, que incluye americanismos. Los franceses buscaban más bien la economía en el vocabulario. Se ha calculado que el vocabulario de Racine y el vocabulario de Corneille es realmente muy pobre, no porque ellos ignoraran otras palabras, sino porque les gustaba trabajar con pocos instrumentos, con pocos vocablos. Johnson se comprometió con los libreros, que le adelantaron creo que 1500 libras para compilar su diccionario.”

Curso de literatura inglesa y norteamericana, Universidad de Mar del Plata, 1966. Sudamericana, edición de Mariela Blanco, notas de Germán Álvarez. Bolilla VI.

28.11.25

CLASE 24 DEL SEGUNDO MÓDULO DE LA CLÍNICA DE CUENTOS / BANQUETE MARATÓN FINAL EN EL GALPÓN ESTUDIO

Terminó. Última noche legal en la Clínica. Queda otra, pero va de yapa. Y queda un evento más, como mínimo, el lunes que viene. Pero la Clínica propiamente dicha, en su segunda edición, se apagó anoche a las 23:30.

Cuando llegamos todavía estaba mi dibujo de Corbi en el pizarrón. Con el uso diario que se le da a ese panel para marcadores, es un milagro que haya durado una semana. Pero ahí estaba ella, la que ayudé a parir (asistí a la madre perra el día en que nació, como si supiera veterinaria). La perrita que vi crecer desde el día uno hasta unos años antes de que se fuera. Corbatita, la que tenía una columna radial y comentaba libros y películas a ladridos. La que había abierto una cuenta en el feis, estimamos que manejada por su madre humana. Esa. La que desde ahora será la patrona de las próximas Clínicas de cuentos que demos en el futuro. El milagro de la continuidad del dibujo lo amerita.

Bacanal, anoche. Pablo trajo picadas fiambreras, Pati sánguches de pastrón, Fabiana triángulos árabes, Vicky brie y hummus egipcio, Alberto una tortilla española, Mariano un vino. Lili, Fabián y Jonatan los dulces más sofistiquetis. Yo llevé la legítima Olga, que a esta altura me sale de memoria. 

Hubo muy buenos cuentos leídos por sus autores; los de las chicas estaban más desordenados esta vez, pero con un gran potencial literario. Traté de enfocar las correcciones en el tema formato cuando hizo falta, y en el tema lenguaje cuando los formatos estaban bien. Juntos le inventamos un final terrestre a la historia de Pablo. Como dijo Fabián al irse: qué grandes cuentos hubo este año. Yo agregaría: con la comida pasó lo mismo. Y con los vinos hemos mejorado en calidad, además de la cantidad que tomamos en cada reunión. El cuento profesional que leí fue “Las fotografías”, de la genial Silvina Ocampo. Se nombraron también a Rolad Topor, a Raymond Carver, a Patricia Higsmith, a Samanta Schweblin y a Úrsula K. Le Guin. Queda la publicación de las listas de textos de ficción o teoría que supimos citar, mi mulánima, algunas fotos, algunos párrafos de Borges que nos interesaron y miscelánea diversa, aquí y en Mandarina.

¿Habrá tercera temporada de la Clínica? Es temprano para pensar en eso, por el momento le empezamos a apuntar a las vacaciones. Tal vez recomencemos en marzo o abril. El grupo que armamos, este al que llegamos con el amor y la amistad de años de trabajo, es bien hermoso. No solo lo digo yo; lo dice cada invitado que vino a compartir sus saberes con nosotros, en el Galpón. Todos se han sentido cómodos y bien recibidos.

¿De qué va la Yapa? Patricia y Lili me pidieron en algún momento si podía hacer de invitado y hablar sobre mis propios cuentos, que no suelo poner de ejemplo en las correcciones, un poco por pudor y otro poco porque casi siempre encuentro a alguien que solucionó un conflicto narrativo mejor que yo. Son esos que fui copiando en mi vida, mis maestros. Muchos y buenos. Qué más puedo agregar. No sé si es correcto ponerme en el lugar del estudiado, pero ya estamos en el juego. Prepararé café colombiano, invitaré con un champán mendocino “María”, del Club Codorniú, y me dispondré a leer cuatro inéditos del libro que estoy preparando para enviar al Fondo de Cultura Económica. A la lectura van a asistir Moira Sanjurjo (prometió la torta de ciruelas Presidente; suspenso, suspenso) y la vikinga Belu Wedeltoft (que prometió sacar las fotos). Y todavía podemos hacerle lugar a algún invitado más, se escuchan sugerencias entre los concurrentes. La hora de entrada es a las 20, como siempre, la hora de salida la conversamos según vaya aconteciendo la velada.

Salió muy linda esta Segunda Temporada. Qué capos somos. Aplausos para nos.

25.11.25

ACERCA DE DON SEGUNDO SOMBRA / JORGE LUIS BORGES

 


"Yo creo que ese personaje se llama don Segundo -esa pequeña circunstancia de que el personaje se llamaba Segundo Ramírez Sombra- porque viene a ser el segundo, la sombra de todos los gauchos anteriores, de la historia y de la literatura. Es como si don Segundo Sombra hubiera sido, en otras vidas o en un pasado borroso -no se sabe nada del pasado de don Segundo-, Paulino Lucero, el sargento Recífero, Santos Vega, Martín Fierro, Cruz, Hormiga Negra, Moreira, Calandria; como si hubiera sido todos esos. Más que un individuo, es un arquetipo del gaucho. Creo que eso da una fuerza especial al libro.

Cuando leí Don Segundo Sombra he tenido la impresión -no sé si el autor quiso que yo la tuviera o no- de que todo está sucediendo por última vez: el arreo es el último arreo; los troperos son los últimos troperos; el duelo a cuchillo es el último; el baile es el último. Al final, el personaje se pierde, y queda solo el héroe, y dice: “Me fui, como quien se desangra”. Ese final, si lo comparamos con la realidad, es falso, porque el gaucho no se hubiera ido, los gauchos eran sedentarios. Pero es necesario que se fuera, porque tenía que irse del libro, tenía que irse de la historia argentina.”

 

Curso de literatura argentina, Universidad de Michigan, 1976. Sudamericana, edición y prólogo de Nicolás Helft. Clase de Ricardo Güiraldes. 

24.11.25

EL MODERNISMO Y LEOPOLDO LUGONES / JORGE LUIS BORGES


 “Cada una de las veces que lo he visto, Lugones desviaba la conversación de su cauce natural; me decía, con su tonada cordobesa: “Mi amigo y maestro Rubén Darío”. Lo hacía deliberadamente y, tratándose de un hombre tan orgulloso, el hecho de que admitiera que había tenido un maestro es significativo. Lo decía también con nostalgia: Darío había muerto.

Darío era una persona querida por todos. Yo he conversado con mucha gente en Buenos Aires -el padre de Bioy Casares, por ejemplo- que vieron a Darío una vez o dos y conservan un recuerdo muy grato. Lugones sentiría que él era una persona respetada, admirada, pero no querida. Desde luego es mucho más importante ser querido que ser respetado, porque ser respetado es algo frío y ser admirado es algo glacial, en cambio ser querido es algo humano, que todo el mundo desea. Sin duda sentía esa incapacidad de ser querido y sentía que Rubén Darío era querido por todos, aun por aquellos que no estaban de acuerdo con sus teorías estéticas.

Tenemos pues a un grupo de jóvenes en Buenos Aires, un grupo en México, un grupo en Chile, en todas partes de nuestra América, todos ellos leyendo a Rubén Darío y asombrados al descubrir que el español era capaz de una música nueva, de una entonación nueva. Creo que lo más importante que puede hacer un poeta es hacer que su idioma suene de un modo distinto. Por ejemplo, cuando Stevenson escribe:

          Under the wide and starry sky,

          Dig the grave and let me lie.

          Glad did I live and gladly die,

          And I laid me down with a will

está haciendo algo que no había sido hecho por el inglés. O cuando Swinburne escribe, también está trayendo una música al inglés. Chaucer trajo una música que no existía antes. Y Rubén Darío hizo eso, en versos que pueden no gustarnos:


          Boga y boga en el lago sonoro

          Donde el sueño a los tristes espera,

          Donde aguarda una góndola de oro

          A la novia de Luis de Baviera.

Podemos decir que no nos interesan las góndolas, que no nos interesan los cisnes, que no nos interesa la novia de Luis de Baviera, si es que existió, pero esos versos tienen una entonación que no se había dado antes en lengua española. Eso tiene que haber deslumbrado a los contemporáneos, ya que todavía seguimos sintiéndolo como distinto de lo anterior. No quiere decir que haya algo erróneo en la música de los romances, es su música, pero no es la música de Darío. Y eso lo sintió profundamente Lugones.”

Curso de literatura argentina, Universidad de Michigan, 1976. Sudamericana, edición y prólogo de Nicolás Helft. Clase 7.